Tuesday, November 22, 2005

DIARIO DE UN SKIN gratis. ¡No lo compres! PROLOGO

ppAVISO: de todos es conocido los datos ocultos que cada programa que usamos recopila, pudiendo utilizarse para identificar el equipo en que se redactó esta obra que lees, a través de la Red.
Pues lo lamento pero se han tomado varias medidas para evitar identificar al autor… que aproveche tanto desatino comercial. Aún hay faltas ortográficas que no se han podido corregir por la premura de ponerlo al alcance de todos e impedir su venta. En esta edición ‘on-line’ se han eliminado los datos concretos de personas que si parecen en la versión de papel, como apellidos, nº de teléfono, de DNI, etc.ODIO50


INDICE

Prólogo………………………………………………………………..……11
Capítulo 1. La infiltración………………………………………..….…….15
Capítulo 2. Cabezas rapadas, corazones furiosos……………..……..39
Capítulo 3. El movimiento skinhead en España…………………..……69
Capítulo 4. El enemigo de mi enemigo es mi amigo………………….119
Capítulo 5. Ellas: cuando el skin lleva nombre de mujer……………..137
Capítulo 6. El sonido del odio……………………………………………159
Capítulo 7. Paganos, satánicos y esotéricos…………………………..201
Capítulo 8. El poder de la ira……………………………………………..259
Capítulo 9. Cazadores de hombres……………………………………..281

Epílogo………………………………………………………….……………313

Notas…………………………………………………………………………327

Anexo…………………………………………………………………………335

Anexo documental…………………………………………………………..341




A Santi y Chema por creer que lo imposible puede hacerse. Y a mis compañeros en el equipo de investigación, María, Eva, Antonio, Alberto, Alfonso y Fernando, que compartieron mis miedos.
Al agente David X., gracias al que, quizás, sigo con vida.
A Arcanus, Lector, Charly, Miguel y los demás… por consentir mis extraños comportamientos y continuar estando ahí.
A Belinda. Sin tu desamor no habría sido posible.


Prólogo

Sergio y su hermano David bajaron las escaleras del aparcamiento pletóricos de alegría. Su equipo el Futbol Club Osasuna había perdido por dos a uno, pero la emoción del partido y aquella primera visita a la capital de España compensaban el esfuerzo del viaje. Además la imponente y colosal grandiosidad del Santiago Bernabeu había impresionado a los dos jóvenes navarros, disipando el disgusto de la derrota.
Cuando salieron del estadio tras el partido se dirigieron rápidamente al aparcamiento para recoger su coche y enfilar la autopista del norte. Querían hacer noche en casa y tenían muchos kilómetros por delante. No hablaron con nadie. No provocaron a nadie. No incitaron de ninguna manera el odio que se estaba gestando contra ellos.
Apenas tuvieron tiempo de descender hasta el primer descanso por aquellas escaleras cuando de pronto David sintió un potente golpe en la espalda. José Carlos F. uno de los miembros más activos de la peña madridista Ultrassur se había acercado a ellos sigilosamente, propinando a traición una brutal patada al joven navarro. La bota de José Carlos se hundió en la columna de David, haciéndole perder el equilibrio y caer de bruces contra la pared de enfrente. La sangre del joven salpicó el suelo del aparcamiento cuando su ceja derecha se abrió por el golpe.
Casi al mismo tiempo otros tres componentes de Ultrassur se unieron a José Carlos en la feroz agresión.
David no era capaz de comprender lo que ocurría cuando una tormenta de golpes se cebó con su frágil cuerpo. Y como única defensa posible se acurrucó en el suelo intentando protegerse la cabeza, con las manos, mientras la lluvia de puñetazos y patadas granizaba sobre él.
Sergio tuvo más suerte. Consiguió esquivar los primeros golpes de los skinheads del Real Madrid y echó a correr en busca de auxilio, mientras su hermano recibía el odio de los “neonazis” de Ultrassur. Los gritos de socorro de Sergio resonaron en el aparcamiento subterráneo de la Castellana, provocando un instante de confusión en los cabezas rapadas, que dudaron entre seguir masacrando a Javier o perseguir a su hermano. Y ese segundo de indecisión tal vez salvó la vida al koven navarro que, cegado por la sangre que manaba a borbotones de su ceja, oído y labios rotos, huyó a tientas, guiado tan sólo por su instinto de supervivencia. Tuvo mucha suerte. Por fortuna escapó escaleras arriba. Si lo hubiese hecho hacia el interior del subterráneo habría sido atrapado por los Ultrasur en un callejón sin salida y no habría podido escapar.
Subiendo las escaeras de tres en tres consiguió alcanzar la calle, pero allí le esperábamos otro grupo de skinheads y cuatro o cinco de mis compañeros lo rodearon justo en la esquina de General Perón con Castellana, rematando la faena iniciada por José Carlos F. De nuevo David procuró salvar su vida acurrucándose en el suelo e intentando que las patadas y puñetazos no le destrozasen la cara… más de lo imprescindible.
Yo estaba paralizado por el horror. Sabía que si intervenía para proteger a David me delataría como infiltrado, y ni mi cabeza completamente rapada, ni mi cazadora bomber cubierta de svásticas, ni mis botas militares, me protegerían. También sabía que al no participar en las palizas estaba comenzando a levantar sospechas entre los skinheads.

Pero, sobre todo, me aterrorizaba pensar que alguno de los neonazis que me rodeaban descubriese la cámara oculta que, escondida bajo mi bomber, llevaba meses grabando las andanzas reuniones y forma de vida de los skins españoles Pensé en gritar: «¡Que viene la policía, pero mi garganta estaba tan petrificada como todo mi cuerpo. Y no pude. Ojalá David pueda perdonarme algún día por aquel pánico paralizante.
Gracias a Dios, la paliza duró sólo unos minutos. De pronto, alguien nos advirtió de que coches con matrículas de Navarra estaban saliendo del aparcamiento y todos corrimos a coger «munición para apedrearles. El estrépito de los cristales rotos inundó la Castellana mientras gritábamos: Sieg heil sieg heil
El odio. Un odio nacional, absurdo e irrefrenable nos embargaba a todos. Nos envolvía, como un banco de espesa niebla. Nos impregnaba, como el olor del tabaco en la sala de espera de un paritorio. Se nos adhería a la piel, como el sudor en una sauna. No podías eludirlo. Te empapaba. Yo no entendía de dónde venía. No podía verlo, olerlo ni tocarlo. Pero estaba allí. Abrazándonos fuertemente y creciendo a medida que duraba la cacería Aquel odio extraño y misterioso nos unía a todos los guerreros arios como el vínculo secreto de la hermandad. En aquella cacería como en todas las demás, lo único que teníamos en común aquellas docenas de jóvenes españoles eran nuestras cabezas rapadas, nuestra estética neonazi y aquel incomprensible brote de odio que sólo podíamos liberar golpeando, y apaleando a quien considerábamos «el enemigo 90».
Esa noche «el enemigo» escogido para saciar nuestra sed de violencia no eran travestis ni negros, ni moros, ni «guarros», ni mendigos, ni «pijos», ni siquiera judíos. Esa noche nuestro secreto aliado, el odio, había escogido un nuevo manjar para saciar su apetito. Nuestra misión consistía en apedrear, robar y apalear a todos los hinchas del equipo rival que encontrásemos a nuestro paso. Sin preguntas ni concesiones.


Así que, envuelto en aquel torbellino de adrenalina, me dejé llevar por la corriente y escuché mí propia voz, como la de un extraño, maldiciendo a la madre de nuestras víctimas, mientras tomaba una piedra de los jardines de la Castellana para apedrear a los coches navarros que salían del aparcamiento. Si no fuera porque mi cámara oculta grabó todo el episodio, a la mañana siguiente creerla haber tenido una atroz pesadilla. Tan sólo en esa noche los componentes de Ultrassur ‑uno de los muchos grupos neonazis españoles con los que conviviría durante casi un año‑‑‑ propinamos más de medio centenar de palizas en los alrededores del Santiago Bernabéu. Después de cada paliza robábamos a nuestras víctimas algún «trofeo». Un «fetiche» que pudiésemos mostrar a nuestros líderes Ocha Alvaro y Gordo ***** como prueba de nuestro valor Una bufanda, una mochila, un jersey... cualquier prenda hurtada a los desafortunados que acabábamos de masacrar servía. Y si estaba manchada con la sangre de nuestras víctimas, mejor.
Pero todo esto ocurría meses después de que hubiese abandonado mi vida habitual para convertirme en uno de los más activos componentes del movimiento skinhead español... así que tal vez debería comenzar por el principio.

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