Wednesday, November 23, 2005

Capitulo 2: Cabezas rapadas, corazones furiosos

El porvenir de un movimiento depende del fanatismo, y aun de la intolerancia, con que lo exaltan sus partidarios, exhibiéndolo como el único rumbo acertado y llevándolo adelante en oposición a ideas de carácter similar.
Adolf Hitler, Mi lucha

Estaba muy nervioso, pero creo que es natural. Me había citado con Rommel ‑‑‑cuyo verdadero nombre era Jordi P.‑ muy cerca de la librería Europa, en Barcelona. Era la prueba de fuego. Mi primer encuentro cara a cara con un skinhead tras los meses de «precalen­tamiento» en la red y no había forma de saber si pasaría el exa­men, o algo en mi actitud, en mi vocabulario o en mi aspecto dela­taría mi condición de infiltrado.
No tuve ningún problema para identificarlo al primer vistazo en el bar donde habíamos acordado encontramos. Su cráneo rapado casi al cero, sus anchas patillas y su cazadora bomber eran más elocuentes que una tarjeta de visita. Aunque en aquella ocasión no calzaba botas militares, sino zapatillas deportivas.
Yo también llevaba una bomber, lo suficientemente decorada con parches y pins como para no dejar ninguna duda sobre m¡ ideo­logía. Sin embargo, cubría mi cabeza con un gorro de lana que ocul­taba unas luengas melenas. Pretencioso de mí, creía que la infiltra­ción entre los neonazis sería algo muy fácil y rápido. Cometí el mismo error que cometían los autores de los libros y artículos que había leído y supuse que me enfrentaba a jóvenes de bajo estrato social, con poco nivel cultural y todavía más ínfirna inteligencia. Así que ‑pensé‑ para qué voy a cortarme las melenas que he tardado dos años en conseguir y que habían sido imprescindibles para una infiltración anterior, en un grupo de diferente naturaleza... Qué teme­raria es la ignorancia.
Sin embargo Jordi, con quien había estrechado lazos de camara­dería durante sernanas, no sospechó nada extraño aunque no rne qui­tase el gorro de lana durante ninguna de nuestras reuniones. Era invierno y hacía frío, así que el tocado de mi cabeza no desentona­ba en absoluto.
‑¿Eres Romrnel?
‑Sí. ¿Tiger?
Jordi tenía un buen apretón de manos. Fuerte. Enérgico. Since­ro. Y miraba a los ojos al estrechar la mano. Yo le imité. Y supon­go que es una circunstancia inherente a toda investigación corno infil­trado, pero me esforcé tanto en adaptar mi personalidad, mi actitud y mi mente a aquel nuevo mundo en el que estaba a punto de sumer­girme, que no pude evitar que una corriente de empatía me embar­gase al estrechar la mano de aquel neonazi que ahora me miraba a los ojos sonriente, mientras casi me susurraba al oído un suave Heil HitIer, lo suficientemente audible para mí, pero no para el res­to de los clientes del local.
Jordi, alias Rommel, proviene de una buena familia barcelonesa. Ultraconservadora, ultrafranquista y de ultra‑tradición militar. Estu­diante en la universidad, coleccionista de objetos militares alemanes de la Segunda Guerra Mundial y miembro de las Brigadas Blan­quiazules del Real club Deportivo Español. Amén de un profundo estudioso ‑y miembro‑‑‑ del movimiento neonazi en general y de los skinheads en particular.
De su mano, y de sus labios, conocí la historia de los «cabezas rapadas», mientras empapábamos la conversación en cerveza. Tie­ne gracia, pero el origen primitivo del movimiento skinhead tenemos que buscarlo entre los jóvenes jamaicanos, de raza negra, que sin­tonizaban, con sus artesanales receptores de radio, las emisoras nor­tearnericanas ‑como la WINZ‑ y que a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta ernitían los primeros acordes del Rythm'n Blues.
Al principio era el mod (lo que sigue esta plagiado de una web)
En aquellos días las bandas jamaicanas de jazz, swing o five comen­zaron a incluir en su repertorio musical arreglos de Rhythmn Blues inspirados en aquel sonido, rescatado de las ondas herzianas norte­americanas. Mas tarde, la influencia del nuevo ritmo se acentuó, de la mano de los jóvenes negros jamaicanos que regresaban a la isla, tras haber pasado algún tiempo realizando trabajos eventuales en Estados Unidos como mano de obra barata. No traían mucho dine­ro, pero sí gran cantidad de discos que comenzaron a circular por jamaica, subrayando las nuevas influencias musicales en los ritmos negros.
En aquella época eran típicos los sound systems (camiones dota­dos de grandes altavoces y amplificadores que hacían las veces de «discotecas móviles» y trabajaban normalmente al aire libre), desta­cando los pertenecientes a los productores musicales Dodd y Duke Reid.
En 1958 Dodd y Dulce comenzaron a producir sus propias gra­baciones, empleando a músicos locales y fundando los primeros estu­dios de grabación de la isla: Federal Studios. Estas primeras graba­ciones estaban muy influenciadas por la música tradicional de la isla: el calypso, el mento, etc... Esta mezcla de ritmos fue evolucio­nando hasta convertirse en lo que se denominó ska, aunque es difi­cil precisar quién fue el «inventor» de este estilo musical (muchas fuentes apuntan al fallecido bajista de los Blue Flames, Cluet Johiason, más conocido como Cluet J.).
También en esta época Duke Reid crea su propia discográfica: Tojan Records; el nombre estaba inspirado en el apodo que se había ganado (Reid the Tojan) al conducir su sound system, un viejo camión Tojan de 7 toneladas, con la inscripción «Duke Reid the Tojan King of sounds» en un lateral del mismo.
En esta época, que se sitúa entre 1958 y 1963 y a la que se podría denominar como la primera ola del ska, las bandas jamai­canas, entre las que sobresalen The Skatalites, se encargaron de que el ska se popularizara y extendiera por toda la isla. Este ritmo tenía dos características principales: la forma tan enérgica en que se bailaba, y que sus principales adeptos eran los rude boys o chi­cos rudos, que no eran muy aceptados por la sociedad debido a sus contactos con el bajo mundo, sus enfrentamientos con la poli­cía (a consecuencia de los cuales, el Gobierno, como represalia, ordenó destruir una barriada llamada Shanty Town) y el consumo excesivo de ganja.
Afirman los expertos que el rude boy es el primitivo skinhead, que viste de forma elegante imitando a sus héroes de las películas de gángsters, como harán poco después los mods ‑a los que ahora me referiré‑‑‑, antes de afeitar sus cabezas y entrar en contacto con partidos políticos de extrema derecha.
En 1962 Jamaica consigue la independencia de Gran Bretaña y se vive una etapa de fiesta en la que musicalmente se desarrolló el rocksteady proveniente del ska y posteriormente el reggac (la palabra reggue se empezó a utilizar gracias a la canción de Toots and The Maytals llamada Do the Reggay que, según explicaciones del propio Toots, se refiere a la regular people, la gente normal de a pie, la gen­te de la calle, el concepto de clase obrera posteriormente popular¡­zado por los skinheads).
Durante esta época multitud de jóvenes jamaicanos emigran a Gran Bretaña para conseguir trabajo y con ellos transportan su música, ya convertidas algunas canciones en auténticos himnos rock, como 007 de Desmond Dekker, que consiguió colarse en los primeros puestos de las listas inglesas, además de lanzar el sica el fe meno rudeboy por todo el continente (menos en España, aquel entonces se bailaba La chica ye‑ye).

Aquellos inmigrantes jamaicanos, que llegan a Inglaterra a lo largo de la década de los sesenta, coincidirán en las calles británicas con otros jóvenes amantes de la música, pertenecientes a otras tri­bus urbanas.
En esa década prodigiosa el Londres cosmopolita arropaba en sus entrañas a una gran variedad de corrientes culturales: los roc­kers, hippies, teddy‑boys, mods, hell‑angels y otras tribus urbanas se repartían las fidelidades de la juventud británica cuando se produjo un «cisma» dentro de una de ellas: los mods.
Los mods habían surgido a principios de la década entre los jóve­nes de la clase media londinense obsesionados por la ropa, la músi­ca y la violencia. Una expresión de la «cultura» británica hábilmen­te retratada por Stanley Kubrick en La naranja mecánica, película de culto para los skinheads de todo el mundo.
Comenzaron reuniéndose en los cafés del Soho, hasta que pron­to surgieron los primeros clubs específicamente mods, como El Fla­mingo. En esos locales escuchaban música jazz, ska, etc., funda­mentalmente por la noche, ya que en su mayoría eran jóvenes de clase media‑baja que trabajaban durante el día y así pasaban las noches bailando y bebiendo. Los fines de semana era habitual que grupos de mods abordasen las carreteras a lomos de sus hiperdeco­rados y ruidosos scooters, para desplazarse a la costa sur de Inglate­rra, especialmente a Brighton, donde con frecuencia protagoniza­ban encarnizadas peleas contra los rockers.
En realidad, y con acentuados altibajos, el movimiento mod se ha prolongado hasta la actualidad. Pero la crisis de mediados de los sesenta y la fragmentación de los mods supusieron un punto de inflexión en la historia de esta tribu urbana. De aquella escisión nacie­ron los hard mods (mods duros) y el «espíritu del 69». Aquellos jóvenes comenzaron a mezclar su música, el rockabilly y el ska, con el mundo del fútbol, la violencia y la cerveza. Los más duros se rapaban el cráneo con objeto de expresar su profundo desprecio contra los cabellos largos del movimiento hippy. Pronto aquellos pioneros comenzaron a ser denominados hooligans, supporters o skinheads.
En aquellos primeros años, y mientras algunos mods radicaliza­ban sus aficiones, la juventud británica recibió una importante olea­da de inmigración llegada desde las Antillas, lo que les proporcionó fundamentalmente dos cosas: vecinos de raza negra tan violentos como ellos y nuevos estilos de música en las salas de baile.
También jugó un importante papel la boyante situación econó­mica y el éxito de Inglaterra en el Mundial de Fútbol de 1966, que llevó a muchos jóvenes a seguir a sus equipos por los diversos esta­dios en que se disputó la competición. Enseguida nacieron las hinchadas ultras, fanatizadas por los colores de su equipo, y estalló la violencia entre ellas, surgiendo así los bootboys. Las peleas entre segui­dores de distintos clubs fueron famosas y estos enfrentamientos diarios acabaron por movilizar a la policía, a los jueces y a la socie­dad civil, que estrecharon tanto el control de los partidos que aca­baron ahogándolos. Muchos skins terminaron en prisión, otros dejaron el movimiento y los más veteranos se convirtieron en sue­deheads, una versión más light que les permitió sobrevivir en el ano­nimato. De la conjunción de todos estos factores nacieron los sldn­heads, palabra que se empleó por primera vez en 1969, ya que hasta entonces estos grupos callejeros recibían varios nombres, como lemonheads, peanuts (por el ruido del motor de los scooters, como de cacahuetes friéndose) o simplemente mods.
Su indumentaria más característica consistía en las botas militares ‑‑especialmente de la marca Doc Martens‑ y tirantes como los que utilizaban los obreros, en contraposición con la burguesía bri­tánica). Y lo más importante, cabezas afeitadas al cero o al uno (de ahí el término skin head, «cabeza rapada»), Las hoy famosas caza­doras bomber no aparecieron hasta unos años más tarde.
Para diario, los primeros mods‑skinhead solían emplear más las prendas tejanas y, en las noches de fin de semana, muchos opta­ban por algo con más clase, como elegantes trajes de tres botones,

Pero las auténticas señas de identidad de los skinheads eran la vio­lencia y el vandalismo. Por donde pasaban destrozaban trenes, esta­blecimientos, coches; les daban palizas a policías, estudiantes y, cómo no, agredían a sus odiados hippies. Su arma preferida, en los albo­res del movimiento, eran los peines de metal afilados. Esta actitud violenta y beligerante les puso en el punto de mira de la prensa, la opinión pública y la ley, y tuvieron que cambiar su comportamien­to, suavizándolo. Y también se vieron obligados, en gran número, a cambiar su estética, dejándose crecer el pelo y vistiendo con más elegancia. En ese instante nacieron los smooties, de existencia más efi­mera. Los bootboys, sin embargo, continuaron llevando la violencia a los campos de fútbol.
A mediados de los años setenta en Inglaterra surge el movimiento punk, y dentro del mismo resurgen los sIcinheads. Este resurgimiento se da, por un lado, porque varios punks consiguen información sobre el primitivo movimiento skin del 69, y porque algunos supervi­vientes del espíritu de los 6o vuelven a calzarse las botas y a rapar­se el cabello.
Esos primitivos skinheads eran un movimiento musical apolíti­co. Hacían Oi! Music, la versión más radical de punk. Pero muy pron­to muchos jóvenes se hartaron de ver cómo sus mejores amigos morían a causa del consumo de drogas o eran asaltados por inmi­grantes jamaicanos o pakistaníes, lo que favoreció que la semilla de la xenofobia comenzase a germinar entre los skins.
Por otro lado, a principios de los setenta se produjo la primera crisis del petróleo, que acarreó graves problemas a la economía bri­tánica, y debido a esto algunos de estos primeros skinheads comen­zaron a agruparse en tomo al National Front (partido nacional‑revo­lucionario inglés), El giro hacia la derecha, la extrema derecha, del movimiento skin estaba gestándose... junto con los skinheads algunos punks, como el cantante de The Exploited, comenzaron a identificarse plenamente con el National Front Y ése es el preciso instante en que nace el movimiento skinhead nacional socialista (NS), tal y como hoy lo conocemos. Aque­llos precursores del movimiento skin‑neonazi pretendieron tomar el legado de «Honor y Fidelidad» de las Hitler‑jugend y lo unieron con la cultura juvenil de principios de los setenta, en los barrios obre­ros de Londres. Muy pronto los skinheads dejan de ser un movi­miento musical para convertirse en un movimiento juvenil nacional socialista. Pero, sin lugar a dudas, la música fue y es el principal medio de propaganda de los skinheads. En un principio el NF y otros partidos políticos de extrema derecha buscaron afiliados (y votan­tes) dentro de la escena punk londinense, quizá por el hecho de que muchos grupos de música punk utilizaban esvásticas o cruces gamadas entre su pintoresca estética antisistema (como el contro­vertido Sid Vicius, de los Sex Pistols). Pero en realidad aquellos punks utilizaban las esvásticas y otros símbolos de la propaganda nazi como una forma de transgresión y provocación antisistema. No existía nin­guna ideología nacional socialista detrás de aquellos símbolos. Sin embargo, para el naciente movimiento skinhead‑NS, la música, la estética, y su actitud social eran parte de una profunda convicción política de extrema derecha.
Poco a poco, el movimiento skinhead‑NS se consolida y adquie­re una identidad propia, cada vez más alejada del movimiento punk, aunque la música, junto con el fútbol, continúan siendo factores deci­sivos en la evolución histórica y sociológica del complejo mundo neo­nazi,

En los primeros ochenta emergió un nuevo movimiento consfl­tuido alrededor del sonido streetpunk con las bandas de la llamada música 0i! más conocidas: The Business, Combat 84, Infa‑Riot, etc. Este movimiento musical fue denominado precisamente Oi! por el periodista Gary Bushell, que lo consideraba una prometedora unión entre la música del pueblo y la clase obrera. Durante época la prensa comienza a atacar a los skinheads por su actitud agresiva y a referirse a su música, ya conocida popularniente como incitadora de la violencia. Debido a esto algunas bandas, como Sharn'69 y Angelic Upstarts, forman el RAR (Rock Against Racism, o sea, rock anti‑racista), para demostrar a la opinión públi­ca que no todos los «cabezas rapadas» eran nazis ni xenófobos. Esa nueva corriente bastarda, dentro del movimiento skinhead, termi­naría convirtiéndose en toda una forma de vida pareja pero antagó­nica a la de los neonazis, que se consolidaría en el Nueva York de mediados de los años ochenta bajo la denominación de SHARP (Skin Head against the Racism Prejudice, es decir, cabezas rapadas con­tra los prejuicios raciales). 0 lo que es lo mismo, red skins o skins comunistas.

Paralelamente, y como en toda corriente cultural o contracultural (y empleo el término siendo consciente de que escandalizaré al pio­fano, al aplicar este calificativo a los cabezas rapadas), el movirnien­to skín fue ampliándose, enriqueciéndose y cargándose de matices.

Además de los SHARP y red skins, surgieron los skins‑gay u homoskins (cabezas rapadas homosexuales), las skingirls o Chelseas (novias de los skinheads que terminaron convirtiéndose en un movimiento con identidad propia), WP‑skinheads («racialistas» o racistas seguidores del White Power y Las 14 palabras de David Lane); SxE‑skinheads (straight edge skinheads o puristas del culto a lo natural, que además de las drogas repudian el alcohol, el tabaco y el consumo de carne); skins‑hooligans (que anteponen su pasión por el fútbol a la componente política o musical del movimiento skin), etc., etc., etc. Nos enfrentamos, por tanto, a la evolución de un movimiento cultural que durante el último tercio del siglo xx aglu­tinó a miles de jóvenes en todo el mundo y promete desarrollarse más en el siglo xxi. Y es que, desde los años setenta, el movimien­to skinhead traspasa las fronteras de Inglaterra para extenderse por la vieja Europa primero y por el resto del mundo después. Cada escándalo reflejado en los titulares de la prensa británica; cada pali­za a un inmigrante negro, musulmán o asiático comentada en las tertulias radiofónicas; cada imagen de sus cráneos rapados asoman­do en las gradas de los estadios, no hacían más que extender su fama. Y así comenzó a tejerse la leyenda. Para la conservadora sociedad burguesa británica los skinheads eran los más violentos, los más duros, los más irreverentes... y por tanto, para ciertos sec­tores de la juventud, eran los más audaces, los más intrépidos, los más consecuentes. Es decir, los más admirados.

Cuando Margaret Thatcher, ante la avalancha de actos vandáli­cos protagonizados por los neonazis, declaró que iba a «crucificar» a todos los skinheads, la imagen de un skinhead clavado a una cruz se convirtió en uno de los tatuajes más solicitado en Londres, y pronto se transformaría en un símbolo universal que yo me he encontrado estampado en camisetas, llaveros, pósters, y tatuado en la piel de docenas de camaradas skins de todo el mundo.
Probablemente elementos tan blasfemos como la imagen del Cris­to‑skin, o lo que es lo mismo, tan transgresores de las buenas cos­tumbres y los símbolos más sacrosantos del sistema, fascinaron a miles de adolescentes. Embriagados por la fuerza profanadora y radical de aquel movimiento, que se atrMa a enfrentarse a todos los representantes del Estado, las filas de los cabezas rapadas confi­nuaron creciendo día a día.
Su estética, por otro lado, intentaba potenciar esa imagen de dure­za y violencia, evolucionando hasta constituir un auténtico unifor­me. De los pantalones Sta. Prest o Levis jeans con el dobladillo hacia afuera, camisas y polos Fred Perry y Lonsdale y tirantes ‑here­dados de los mods‑‑‑, la estética evolucionó durante los ochenta a un aspecto más pararnilitar: cazadoras de aviador bomber o Harring­ton, pantalones de combate y botas oscuras Doc Martens de punta de acero con cordones blancos (que simbolizan la supremacía de lo blanco por encima de lo negro). También resultan característicos sus abundantes tatuajes por todo el cuerpo (rostros de Hitler o Rudolf Hess, runas, cruces garnadas, esvásticas, etc.). Y, por supuesto, la cabeza rapada al cero o al uno.

Naturalmente, me estoy refiriendo a la estética del movimiento skinhead‑NS, principal objeto de este estudio, y eje indiscutible del mundo skin. Pero hay que apuntar que existe todo un código secre­to ¿? entre las distintas ramificaciones del submundo skinhead. Como un lenguaje en el que cada elemento estético encierra un significa­do. Conocer esas claves secretas, para alguien que pretendía infiltrarse entre los cabezas rapadas, puede llegar a convertirse en una cuestión de supervivencia, y utilizar erróneamente un color de cazadora bom­ber o de cordones, en según qué subgrupo skin, podría llegar a ser considerado como una provocación, desatando contra quien tan tor­pemente ha actuado toda la furia de la violencia neonazi.

Y es que, sobre todo en el origen del movimiento, detalles como el color de los cordones resultaban fundamentales.

Los cordones blancos eran utilizados por los skin‑NS y WP, simbolizando la supremacía de la raza blanca sobre la negra. Los cordones rojos sim­bolizaban también el orgullo blanco y eran utilizados por los miem­bros del Frente Nacional Británico y los fascistas, anarconazis y en ocasiones por los red‑skins. Los negros pertenecían a los SHARP. Los verdes a los SxE‑sIcins. Los amarillos a los anarco‑skins y mesti­zos. Los rosados a los homo‑skins, etc.
Lo mismo ocurría con las cazadoras bomber. Las negras eran usadas normalmente por los varones, mientras que las rojas lo eran por las Chelseas, las azules por los SxE ¿? , etc. Cabe señalar que dichas cazadoras suelen ser naranjas por dentro y negras, azules o verdes por su parte exterior. Este detalle ha sido utilizado en muchas oca­siones por grupos skins rivales, poniéndose las cazadoras del revés uno de los bandos, y dejando así el color naranja hacia fuera como señal de provocación al enemigo.

El Ku Klux Klan llega a España

‑Así eran las cosas antes y así son ahora ‑sentenció Jordi mien­tras salíamos del bar y nos encaminábamos hacia la librería Europa.
Y, a medida que nos adentrábamos en la calle Séneca, me percaté de que las fachadas de los edificios cercanos estaban llenas de pintadas y grafitis antinazis, exigiendo la ejecución de todos los fas­cistas, el cierre de la librería Europa, la expulsión de los fachas, etc. No pude evitar sentir un breve pero intenso brote de admiración por las personas que, aun sabiéndose tan odiadas, continuaban manteniendo un negocio abierto al público en plena ciudad condal, siendo continuamente objeto de ataques, en alguno de los cuales habían resultado heridos los dependientes del mismo. La conclu­sión era obvia, aquellas personas que estaba a punto de conocer tenían que tener muy claras sus convicciones para soportar el con­tinuo desprecio, reproche y hasta violencia de los grupos izquier­distas. Y sentía curiosidad por conocer a aquellas personas que sólo podían ser unos idealistas fanáticos o unos dementes.
Nos recibió Maite, hermana de Pedro Varela *****, presidente de CEDADE y propietario de la librería Europa, Jordi la saludó calu­rosamente. Era evidente que se conocían y la compañía de Rommel se me reveló como el mejor salvoconducto para acercarme a los cír­culos neonazis catalanes. La librería Europa ha sido la ubre donde se han amamantado los neonazis de media Europa a lo largo de las últimas décadas. Y sin duda es el legado, y quizá la semilla hiber­nada, de la asociación neonazi más importante en la historia de Espa­ña: el Círculo Español De Amigos De Europa (CEDADE).

Fundado en septiembre de 1966, CEDADE no se presentó en sociedad hasta el ii de enero de 1967. Aquel primer núcleo de CEDA­DE, presidido por Ángel Ricote y sus compañeros falangistas y fas­cistas, no tardaría en ampliarse con la afiliación de nuevos simpati­zantes de la extrema derecha, procedentes de diferentes sectores políticos y sociales del país. Algunos de ellos, como Ramón B. o Enesto M., personajes claves en la historia del nazismo español, a los que yo quería llegar a entrevistar (por correo-e) en el transcurso de esta investigación, con objeto de averiguar ‑sin ningún género de dudas‑ si algún partido político de extrema derecha, o los ideólo­gos del nazismo español, realmente apoyan en secreto a los skinheads, aunque todos ellos pretendan abominar en sus declaracio­nes públicas de la violencia skin...

En aquella primera visita a la librería Europa observé, con cierta sorpresa, que además de los libros, vídeos y productos expuestos abier­tamente al público, existían otros, alejados de las miradas curiosas, que sólo eran adquiribles por los clientes de confianza. Y el hecho de acudir en compañía de un skinhead de probada lealtad al movimiento, a mí me abría las primeras puertas para acceder a esos productos.
Mientras jordi charlaba animadamente con la hermana de Pedro Varela, intenté recordar los detalles de un juicio que acaparó el inte­rés de la prensa internacional cuando, el 16 y 17 de octubre de 1999, Varela compareció ante un Tribunal de justicia, presidido por el magistrado Santiago Vidal, acusado de «apología del genocidio» e «incitación al odio racial», delitos por los que la fiscalía, representa­da por Ana J. Crespo, solicitaba cuatro años de cárcel (dos penas de dos años de prisión) y una multa de 9oo.ooo ptas. Se afirmaba asi­mismo que Varela era reo de un «delito continuado de genocidio», discriminación, e incitación al odio y la violencia por motivos racis­tas. La acusación particular compuesta por la Asociación judía ATID de Barcelona, SOS Racismo y su representante ‑el letrado jordi Galdeano, que solicitó una pena «en los términos más ejemplan­zantes»‑, y la Comunidad Israelita de Barcelona ‑representada por el letrado Ferrer‑, exigían por su parte penas que sumaban finalmente ocho años de prisión. Y, frente a ellos, los letrados de la defensa, José María R***** ***** y Eduardo A., personaje de gran peso en la historia de la extrema derecha española.

Mientras el propietario de la librería Europa se enfrentaba a la Justicia, numerosas asociaciones antinazis convocaron manifestacio­nes de todo tipo contra el legado del III Reich. Los participantes se manifestaron ante el edificio de los juzgados con ataúdes de cartón y velas en nombre de las víctimas del holocausto. Se trataba de la «Plataforma cívica contra la difusión del odio. Nazismo nunca más», que contaba con el apoyo de la B'nai B'rith, la Comunidad Israelita de Barcelona, la Fundación Baruch Spinoza, la Liga Anti­difamación, Maccabi Barcelona, la Asociación judía Atid de Catalu­ña, la Asociación de Relaciones Culturales Cataluña‑Israel, Arnical de Mauthausen, Coordinadora Gay‑Lesbiana, Sos Racismo y Unión Romani. La presencia ‑con escolta de agentes, y cubierta por la televisión israelí‑ de Shimon Samuels, responsable del Centro Simon Wieserithal, fue la gota que colmó el vaso, desatando las iras de todos los skinheads y demás neonazis españoles, que se veían reflejados en la figura de Pedro Varela, ya trascendido al rango de «mártir de la causa aria».

Habían transcurrido más de dos años y Pedro Varela no sólo no había cumplido la condena de cinco años de cárcel a que fue sentenciado ‑la pena fue recurrida por sus abogados‑, sino que la librería Europa seguía funcionando, y allí estaba yo, adquiriendo libros, videos y revistas neonazis (totalemente legales por otra parte), con total tranquilidad.

Para cuando salí de la librería Europa era consciente de que había dado un paso de gigante en la investigación. Pero quedaba mucho camino por andar. En torno a este comercio barcelonés orbitan todo tipo de grupos de extrema derecha y neonazis, antagó­nicos y contradictorios entre sí; Democracia Nacional, el Movimien­to Social Republicano, Alternativa Europea, Alianza por la Unidad Nacional... todos ellos aspiran a obtener un cierto reconocimie
en la España del siglo xxi. Abomínan de la democracia, pero apea a ella para poder ejercer un derecho que, sin ninguna duda, nega­rían a sus adversarios en caso de ostentar el poder que anhelan. Y quizá por esas aspiraciones políticas, los partidos ultras y neonazis remegan del movimiento skinhead, tildándolos de violentos, incon­trolados y alejados de sus respectivos partidos... Así que uno de los objetivos que me marqué fue averiguar si realmente los partidos políticos de extrema derecha tienen alguna relación con el movimiento de los cabezas rapadas o, por el contrario, y como ellos afirmar), se trata de una campaña de descrédito contra ellos orquestada por el ZOG (Gobierno de Ocupación Sionista), o la prensa del sistema Y Jordi me puso en la pista. Llevaba meses escribiéndose con unos jóvenes de Galicia que estaban intentando fundar una célula del Ku Klux Klan en España, y que a la vez parecían estar muy relacio­nados con Alternativa Europea. Según Rommel, aquellos skinheads eran voraces consumidores de libros e información nacionalsocia­lísta, que se veían obligados a adquirir por correo o vía Internet, a causa de la falta de comercios especializados en esta literatura en su región. A pesar de ello, se llevaban muy mal con los responsa­bles de la librería Europa, a quienes tildaban de usureros, por razo­nes que en ese momento no podía comprender.

Y es que, a pesar de su innegable relevancia histórica, la librería Europa ya no es la única distribuidora de libros o discos neonazis ¿? (librería europa nunca ha vendido RAC)en España. Por el contrario, cada día hay más, y la mayoría están directamente relacionadas con grupos, revistas o páginas web nazis, ofreciendo a los skinheads que no viven en grandes ciudades como Barcelona, Madrid o Valencia la posibilidad de adquirir por correo todo tipo de material con el que nutrir su hambre de información fascista.
Ediciones Nueva República (en Monins de Rei, Barcelona), estre­chamente vinculada con el Movimiento Social Republicano; Fah­renheit 451 (en Gijón), dependiente del Centro de Estudios Indoeu­ropeos, o Heritage Distribution (en Logroño), perteneciente a Orgullo Nacional, son algunos ejemplos. TigerSS contactó con todos ellos y, a través de sus consejos, seleccioné los libros que debía leer, y que en su mayoría no pueden ser conseguidos más que en esas distri­buidoras especializadas:

De:« ***** ***** ***** »
Para: Tiger‑88@eresmas.com Asunto: Re:88
Saludos camarada. Te mandaremos cosas a tu dirección pos­tal. Lo mejor que puedes leer es el Mi lucha de Adolf Hitler
(te mandaremos direcciones de sitios que venden libros sin cen­surar). También está muy bien El mito del siglo xx de Alfred. Rosenberg, este último libro es algo más complicado. Los libros que sí se pueden conseguir en cualquier librería son los de F. Nietzsche, te aconsejo Así habló Zaratustra, La genealogía de la moral, y Más allá del bien y del mal. De Leon Degrelle te recomiendo Hitíer para mil años (también llamado Memorias de un fascista) y de Pío Baroja Comunistas, judíos y demás ralea (este último sólo disponible en algunos lugares afines al NS).
Bueno, respecto a la música NS, tienes diversos enlaces en nuestra página, y últimamente se organizan conciertos en España.
Próximamente, tras dos años, volverá a editarse nuestro zi­ne Falkata, que dejó de editarse por problemas represivos, este fanzine saldrá en CD y en papel.
Bueno te dejo, te mandaré las cosas cuando pueda (estoy algo liado). Hasta la próxima.
Heil Hitler!!

Y el fanzine volvió a editarse, y ciertamente me envió el material solicitado. El material viajaba por toda España, en discretos envíos postales, alimentando las ideologías de todos los grupos skinheads del país que no disponían en sus respectivas ciudades de librerías, editoriales o distribuidoras neonazis. Se me ocurrió contactar con los del Ku kIux Klan, de quienes me hablaba Jordi, para brindarme a hacerles de «proveedor» o «transportista» de ese material. Y el plan funcionó. Pocos días después salía hacia el noroeste del país, transportando un pesado paquete de libros que los del Klan habían adquirido por teléfono en una librería madrileña. Los responsables de la insólita iniciativa de crear una célula del KKK en España resul­taron ser Jorge A. y Ricardo C. .
Jorge, con DNI *****... y domiciliado en la calle C*****... nació en Alemania el ***** de *****de 19*****. Sus padres eran emigrantes españoles que buscaban trabajo en aquel país. No deja de ser sor­prendente que un hijo de emigrarites odie de tal manera a los inmi­grantes negros, árabes o asiáticos que vienen a España por las mismas causas por las que sus propios padres acudieron a Ale­mania.
En cuanto a R*****, nacido en ***** el ***** de ***** de 19*****, con DNI *****... y donricilio en la calle *****, donde vive junto con sus padres, es militar profesional. Cabo destinado en un centro de telecomunicaciones militares, por donde circula información de carácter reservado a la que él tiene acceso... Un dato que invita a la reflexión.
Ambos son skinheads con una activísima trayectoria. Pude leer arti­culos de alguno de ellos en publicaciones como Blut und Ehre, órga­no de difusión de la Hermandad Aria, y durante toda la investiga­ción me encontré sus nombres en boca de grupos neonazis de toda España. Así que, si quería introducirme a fondo en el movimiento skinhead, los del KKK eran el mejor camino.

No tengo palabras para describir el espectáculo que supuso obser­var a aquellos cabezas rapadas cuando les entregué el paquete y lo abrieron ante mí. Ignoraba que había transportado hasta ellos cua­tro primeras ediciones de libros alemanes, publicadas por el III Reich en 1933, tras el ascenso de Hifier al poder. Por un momento me pare­cieron niños abriendo los regalos de sus padres un 6 de enero,
Gritaban, saltaban, lloraban embargados por la emoción. Evi­dentemente no me encontraba ante unos muchachos que se ha­bían dejado seducir por una moda pasajera, o que formaban parte de una tribu urbana por mero esnobismo. Aquellos skins vibraban, des­bordados por un sentimiento nacionalsocialista que me era ajeno, pletóricos de gozo y alegría. Y creo que puedo afirmar que, de algu­na manera, veneraban aquellos libros como si fuesen reliquias reli­giosas, al acariciar suavemente los sellos originales del Reich impre­sos en las primeras páginas, sin duda por algún bibliotecario berlinés, durante los albores de la Segunda Guerra Mundial. No me resisto a transcribir algunos de sus comentarios, inmortalizados por mi cáma­ra. Calificaban aquellos libros con expresiones tan curiosas como «metralla salvífica», refiriéndose a que se trataba de textos origina­les del III Reich, que no podían haber sido «intoxicados» por los ju­díos (los nazis afimian que se ha mutilado el texto de todos los libros del Reich publicados después de la guerra). Baste decir que llega­ron a lavar aquellos libros con agua y jabón, literalmente, por si algán judío «los ha profanado con sus sucias manos».

‑Mira, tío, esto supera las películas de ciencia ficción cuando una hija entra en casa de un abuelo y encuentra libros antiguos, esto lo supera.
‑Traduce, traduce.
Uno de ellos, Jorge, estaba estudiando alemán cuando le conocí, sólo para poder leer las obras de Hitler, y demás ideólogos del nacionalsocialismo, en su idioma original.
‑Manual Nacionalsocialista Para el Reich y el Estado, o algo así.
‑‑o sea, que es un manual de pura doctrina NS... Ahí trae todo, raza, nación, Frente Nacional del Trabajo, todo...
‑Pero mira, mira, está en bajo relieve, es un libro de gran calidad.
‑Es del año 36, en pleno auge del Reich.
‑Esto es el nazismo puro, puro... Y no la mierda que venden en la librería Europa, porque yo vi una vez los precios por Intemet, y me cago en Dios, cuando una librería como ésa vende un libro de lucha al mismo precio que una librería cualquiera, para beneficio pro­pio, es sionista igual. (esto no pasa con este libro que es gratis =8>)
‑Pero mira, tío, un cuño original del Reich, del Frente Nacional del Trabajo, original, tío, original...
‑Esto no es la mierda del CEI ni esas trapalladas...
Durante mis conversaciones con los del KKK surgieron norn­bres, fechas y colectivos que me serían de enorme utilidad para ir formándome una imagen del movimiento neonazi en general, y de los skinheads en particular.

Calzaban botas Doc Martens, «para reventar cráneos» (sic.), y sus expresiones y comentarios durante nuestras charlas no dejaban lugar a dudas sobre su ideología. Repito de nuevo que se trata de transcrip­ciones literales de las cintas. Cintas que, como todas las demás, están a buen recaudo. Lo digo para que sea tenido en cuenta por mis ex cama­radas, a la hora de idear represalias contra el autor de estas líneas.
‑R***** estuvo en la Legión en Melílla, antes de que lo destina­ran aquí. Cuéntale, cuéntale.
‑Tiene que ser jodido estar allí rodeado de negros, ¿no?
‑Más que negros moros, que es peor, ¿eh? Es peor.
‑Tiene que haber más moros que blancos, ¿no?
‑En Melilla, el 70 por ciento de la población eran moros. Moros no, moracos de mierda. Pero dimos caña, ¿eh? Allí éramos doce skins, de Barna y Madrid, y nos reuníamos por la noche y a dar palizas, palizas. De hecho al final tuvimos problemas porque nos pillaron los mandos y nos abrieron un expediente.
‑¿Os denunciaron los moros?
‑La denuncia la puso la propia Policía Militar...
En ese momento de la conversación, los del Klan me enseñan unas fotos en las que uno de ellos aparece vestido con el uniforme de las SA hitlerianas, luciendo correajes, brazalete con esvástica y una daga original de las SS. Las fotos habían sido tomadas en algún bosque, durante alguna de las excursiones que los neonazis españoles realizan para integrarse en la naturaleza como mandaba el Füh­rer». Y en todas las fotos, el puñal aparecía en primer término. Todo un fetiche lujurioso para cualquier neonazi.
‑Hostia, pero esa daga...
‑Mira, mira, en el filo pone «Mi honor se llama fidelidad». Me la dio un cabo de la Legión...
‑Ésta es la daga de gala de las SS del año 36.
‑Joder, cómo te queda el traje.
‑Pues esta daga la consiguieron en Madrid, en una tienda de antígüedades, a saber quién la dejó allí.
‑¿Y si te dijera que el brazalete lo hice yo? ¿Verdad?
‑¿Sí?
‑Esto es el auténtico trabajo manual creativo de un NS, nada de comprarlo...
R***** sonreía, complacido. Mi espontánea admiración había nutri­do su ego. íbamos por buen camino, y continué halagando su uni­forme, su habilidad con la aguja y el hilo, y sobre todo aquella daga alemana. Él, sabedor de que poseía una auténtica joya para todo skin­head, continuó dándome una valiosa información.
‑Esta daga aún se la he de clavar en el corazón a un judío...
La daga en cuestión le había sido regalada por uno de sus com­pañeros de cacerías nocturnas en Melilla. Uno de los skinheads madri­leños con mayor leyenda, «predicamento», en la historia neonazi española.
‑El que te pasó la daga...
‑Ese hombre era un skin de los antiguos, alias El Comadre­ja. Ese hombre tiene delitos de sangre, tío, y era mi cabo, mi cabo. Carlos S. *****. Ese hombre tiene delitos de sangre, tío, y estu­vo en la cárcel y todo. Y el hombre ése, antes de irme, me llevó a su taquilla y me dijo, toma, esto es para ti. Éramos como her­manos.
‑Hostia, ¿El Comadreja?
‑¿Sabes quién es? Pues ese tío era como mi hermano, era mi cabo, mi cabo. Ése era uno de los skins más peligrosos que hubo en Madrid, y era mi hermano...
‑Ése sale en algún libro sobre nazis en España, ¿no?
‑Sí, me lo enseñaba a mí, mira aquí salgo yo, aquí salgo yo... Pues ése estuvo en los Guerrilleros antes de entrar en la Legión, en las Goes, y estuvo en Portugal, y le metió a un brigada negro del ejér­cito portugués. Y se comió seis meses en un correccional Militar. Era muy peligroso.
R***** hablaba con enorme admiración sobre su cabo en Melilla Para él se trataba de un ídolo, de un modelo a seguir. Y lo siguíó,

Tanto uno como otro son skinheads hasta la médula. Y sus expre­siones, comentarios y reacciones en el transcurso de la conversa­ción me permitían comprender mejor el movimiento neonazi. Un movimiento que, a medida que avanzaba mi investigación, se vol­vía mucho más complejo, rico, variado y hasta contradictorio. Muy lejos de los libros y artículos superficiales, y con frecuencia ten­denciosos, que había estudiado para documentarme. Como en casi todas mis infiltraciones, la realidad supera con creces a la ficción. Y las teorías de los «expertos» suelen quedar muy alejadas de la vida real.

‑¿Ves esta esvástica de plata que llevo al cuello? Éstas las encar­gamos aquí, en la joyería A... Tienen de madera pero nosotros las encargamos de plata. Dos por dos centímetros, 3.000 pelas.
‑De oro nunca, un NS de oro nunca, nosotros hemos abolido el patrón oro. De plata...
‑Un judío en Melilla a mí me las hacía de oro... una esvástica de oro...
‑Qué fuerte, ¿o sea, un judío en Melilla te hacía una esvástica?
‑Eso te demuestra cómo son.
‑Por cierto, en Melilla había judería, tío. Todos tenían comer­cios de joyería, electrónica... Iban con el Icipa, ¿sabes? Hijos de puta...
‑Pues los mataras, coño. Haber ido con una pistola y matarlos. Tanta Legión y tanta hostia...
Los comentarios de Jorge solían ser tan agresivos y radicales como éste. De hecho, según me confesó R***** en la intimidad, en alguna ocasión, a veces le costaba trabajo contenerlo, ya que su odio a los judíos y a los inmigrantes (inmigrames como sus propios padres y como él mismo en Alemania) a veces lo convertía en un tipo peligroso. De hecho, en aquellos días intentaba encontrar la forma de prender fuego al pueblo de Rivadavia (Orense), durante la celebración anual en la villa de una antigua fiesta de origen judío.
En varias ocasiones, a lo largo de los encuentros que mantuve con los skinheads que trabajan en la fundación del KKk viví momentos de gran angustia y tensión, pues estuve varias veces a punto de ser descubierto. Por ejemplo mientras tomábamos unas cervezas en una céntrica cafetería, discutiendo el problema de la inmigración con el representante local de un partido de extrema dere­cha, al que habían convocado para mostrarle los libros que yo les había entregado una semana antes...
‑Enseña, enséñale otra vez los libros... Al lado de esto, todo esto que nos rodea es basura, desechos del hombre, no son perso­nas ni son nada, son mierda, que había que matarlos, no tienen dere­cho a vivir...
‑Pero por desgracia están ahí.
‑Lo que te dije siempre, somos pocos, lo que hay es que ser serios para poder construir algo. Todavía se ven negros, ayer vi a uno que iba con una rubia...
‑Joder...
En ese instante una joven de raza negra entró en el local, y la reac­ción de Jorge fue extremadamente violenta. Maldije mi suerte. Si comenzaban a agredir a la muchacha la situación se me iría de las manos. No podría impedir la agresión sin revelar mi identidad, pero tampoco podía participar porque no pensaba agredir a nadie por un reportaje, y en el caso de que la policía nos detuviese y nos cachease, descubrirían mi cámara oculta...
‑Pero habéis visto a esa puta... habéis visto qué piel de lagartija...
La expresión «piel de lagartija» me llamó la atención, y me ha hecho gracia la ocurrencia de no ser porque, a menos que reacionase pronto, unos minutos después podíamos estar rodeados de policías por agredir a una ciudadana africana.
‑Tranquilízate, camarada ‑fue lo único que se me ocurrió decir‑, porque tenemos que ser astutos como lobos. Si rnontamos un follón ahora nos va a pillar la policía, y si te trincan con estos libros los van a confiscar, y nos quedamos sin algo mucho rnás valioso que darle un escarmiento a esa negra... Negros hay derna­siados, pero estos libros son únicos...

Y Odín me sonrió. Jorge volvió a sentarse y se terminó la cerve­za. En aquel momento yo ignoraba que el joven skinhead se encon­traba recibiendo tratamiento psiquiátrico. Sin embargo, no puedo abstenerme de transcribir un comentario que hizo a continuación, y que enuncio sin ningún ánirrio de chanza o burla. Creo que pue­de reflejar otro aspecto de la naturaleza de los skinheads digno de ser tenido en cuenta.
‑Joder, porque yo nunca he estado con una mujer, pero el día que lo esté será una mujer blanca de raza aria pura, para tener hijos blancos puros...

No pude evitar pensar que me habría encantado encerrar al joven neonazi virgen, a pesar de haber cumplido ya los 26 años, con algu­na voluptuosa modelo negra en una habitación de hotel, durante treinta minutos. Quizá eso le habría hecho replantearse sus obse­siones xenófobas. Pero, bromas aparte, según las estadísticas el 90 por ciento de los skinheads dejan o se distancian del movimiento neonazi tras establecer una relación sentimental estable, o casarse... Todo un dato.

En cuanto al KKK, se trataba de un sueño en el que aquellos neonazis llevaban trabajando varios meses. Ya habían contactado con una oficina secreta de captación del KKK en Chicago (cuya direc­ción también se encuentra ya en mis archivos), y a través de la cual pretendían formar una célula en España. Lo más ridículo de tan insó­lito proyecto es que, de encontrarse en EE.UU., tanto Jorge como R***** serían objeto del desprecio y de la violencia de los caballeros del klan, que incluyen a los hispanos (Hipanos pero no Hispanicos Sr. Antonio...) en la lista de sub‑humanos, junto a negros, judíos o mestizos...
‑¿Cómo lleváis lo del KKK?
‑Primero hay que afiliarse y crear una célula aquí, y después ya se verá...
‑¿Y cómo se hace?
‑Primero hay que pagar la cuota, 45 dólares anuales, al cambio es...
‑No lo veo caro.
‑Entonces ya estás afiliado como miembro del KKK, y te man­dan revistas y cosas.
‑¿Y después?
‑Pues cuando ya somos unos cuantos, ya podemos empezar a hacer cosas...
‑Lo del klan hay que llevarlo adelante, sería precioso...
A través de aquellos dos skinheads conocí, a grandes rasgos, la historia de los caballeros blancos del KKK. El Klan nació en el sóta­no de una mansión destruida por la Guerra de Secesión, en la peque­ña ciudad de PulasIcí, en el estado sureño de Tennessee. En 1866, hace casi un siglo y medio, un grupo de oficiales del Ejército del Sur formaron un «círculo social dedicado a la protección de los valores cristianos y occidentales». Seis oficiales se reunieron ante un crucifijo y velas. Tomaron la palabra griega kyklos, de la que deriva nuestra palabra «círculo» y la adaptaron fonéticamente corno Ku Klux. Y le agregaron la palabra Klan, alegando que los miern­bros de ese círculo pertenecían a los clanes de hombres blancos. a Gobierno de ocupación había lanzado una política llamada «de reconstrucción» para «domesticar» a los estados rebeldes del sur. Con tropas federales por todas partes y con los negros ganando derechos civiles, adquiriendo propiedades y consiguiendo bancos en los congresos estatales, los caballeros del Klan decidieron «poner orden». Así comenzó lo que llamaron el «Imperio Invisible», un círculo de caballeros guardianes de la nación, la raza y la civili­zación occidentales. En 1867 el Klan convocó su primer congreso en Nashvffle, y se dotó de una organización y un estatuto. El Man creó un código propio, con señales secretas, rituales de iniciación y una jerarquía presidida por un Gran Mago que sería secundado por Grandes Dragones, Grandes Titanes y Grandes Cíclopes. Una compleja estructura de símbolos y códigos secretos, muy similar a los rituales paganos, de cariz esotérico, que realizan los neonazis europeos hoy en día, y que desvelaré más adelante.

El congreso norteamericano votó en 1870 Y 1871 leyes durísimas para atacar al Klan y cientos de sus miembros fueron arrestados, con­denados y también ejecutados. Debido a las continuas persecucio­nes el Klan fue desapareciendo, pero en el año 1905 resurgió. Lo volvió a fundar un coronel, William Simmons, que también era predicador y que se había inspirado en una novela sobre el viejo Klan y en la famosa película de D.W. Griffith El nacimiento de una nación, obra maestra del cine mudo y una eficiente glorificación del Imperio Invisible, cuya visión recomiendan todos los neonazis (y que regaló la Generalitat de Cataluña en tiempos =8>). En los años veinte el Klan llegó a tener más de cuatro millones de miern­bros y un enorme poder político. Pero la gran depresión económica de los años treinta debilitó al grupo, estructurado ya como una secta, y el comienzo de la guerra casi lo liquida. Muchos de sus dirigentes, que querían que EE.UU. se aliara con el III Reich contra la Unión Soviética, fueron encarcelados y condenados. La semilla, sin embar­go, sobrevivió y resurgió hace treinta años. Y el fervor y devoción, con que los skinheads se referían a esta asociación me impresionaron casi tanto como su sincero amor por el nacionalsocialísmo. Había algo de místico y trascendente en su forma de hablar de la supre­macía blanca y la pureza racial. Lo que reproduzco son frases lite­rales, transcritas fielmente de las grabaciones en vídeo.
‑Si el que está entre nosotros no intenta poner algo de fe, que el demonio le castigue...
‑¿Cuál es el único patrimonio que jamás pueden arrancarte?: la fe. Es un patrimonio nuestro, único, que jamás nos podrán arrancar. Pueden golpeamos, arrastrarnos, pero no podrán quitarnos la fe...
‑Tenemos un día que coger un coche y alejarnos 40 0 5o km, al bosque, y allí hacer oración, porque hay que tener momentos de fe en esta mierda degradante. Llevar allí libros y hacer oración. Ir a un bosque un fin de semana, apartados de toda esta mierda Y hacer deporte, hostia, y no tanta mierda de droga.
Confieso que cada vez que repaso las grabaciones de estas con­versaciones siento la misma fascinación. Los gestos, el tono, la emoción que transmiten estos skinheads al hablar de sus sueños y aspi­raciones resultan estremecedores.

Sin ninguna duda, se trata de la mis­ma convicción, devoción y fe que experimentaban los primeros segui­dores de Adolf Hider, tras llegar al poder de Alemania en 1933‑ Y, como ellos, en manos de un líder carismático, estarían dispuestos a todo por sus convicciones fascistas. Por su fe.
Y estos skinheads, como otros muchos que conocería después, bus­can ansiosamente eso: un líder. Como en toda estructura pirarnidal de corte paramilitar y absolutamente sectario, la tropa de base ‑los cabezas rapadas‑ anhela una cadena de mando. Un nuevo Führer, un líder mesiánico que instaure un IV Reich. Los del KKK lo bus­caron en diferentes partidos y asociaciones políticas de extrema derecha y neonazis, como AUN o Alianza Europea.
Según mis investigaciones, ya desde principios de 1997 Jorge mantenía una relación epistolar con Ramón B, quizá el máximo ideólogo del nazismo español. A la vez que intimaban con Ramón B., los del KKK se convertirían pronto en delegados de otras aso­ciaciones nazis españolas, en su zona. A medida que mi investiga­ción me permitía acceder a archivos, bancos de datos y registros de ¡a otros grupos skinheads, los nombres de Jorge y R***** aparecieron como miembros activos, delegados o adeptos cercanos al movmiento Skin Burgos, La Orden Negra, Harrimerskin, Thule, etc. Yo mismo terminaría formando parte de alguno de esos colectivos neonazis poco después.
Sin embargo, sus colaboraciones más estrechas sin duda se han dirigido hacia Alternativa Europea. Hasta el extremo, según me confesaban ellos mismos, de haber sido los responsables de organi­zar diferentes reuniones entre neonazis gallegos y los mismísimos dirigentes de AE, Joan M***** y Juan Antonio L***** *****, desplazados hasta Galicia para tal fin. Rastreando en mis archivos, encontré cornentada alguna de estas primeras reuniones en las publi­caciones oficiales de AE, por ejemplo en Alternativa joven. Hoja Juvenil Informativa de Alternativa Europea, no 5, enero 97, Pág. 7.


En esa reseña sobre las actividades de AE en Galicia se publica ya el apartado de correos de la nueva delegación de AE en Vigo, esta­blecida tras reuniones personales con los nuevos delegados, pero naturalmente se obvia mencionar que tras esas reuniones se encon­traban unos jóvenes skinheads simpatizantes ‑o algo más‑ del KKK.
Estoy seguro de que si alguien preguntase a L***** o M*****, cuyas ambiciones políticas son conocidas por todos los analistas de la extrema derecha española, su opinión sobre los skinheads, aborni­narían de tal movimiento por violento e incontrolado... Sin embar­go, los inspiradores del KKK en España, deseosos de quemar vivos a los judíos de Rivadavia, y con experiencia en la caza del moro» en Melilla, trabajaban‑‑‑desde principios de 1997‑ para ellos. Creo que tanto AE corno Democracia Nacional, Alternativa por la Uni­dad Nacional, o el Movimiento Social Republicano, deberían dejar sus posturas hipócritas, y reconocer cuánto deben a los skinheads españoles. Porque tanto DN como AUN o el MSR están relaciona­dos con los skinheads. Lo sé porque yo era uno de ellos. No lo he leído en ningún libro ni me lo ha contado nadie... pero de todo esto me ocuparé más adelante.
Volviendo a los del Klan, confieso que sería de gran interés poder transcribir todas las horas de conversación que mantuvimos durante nuestros encuentros. Cada charla estaba llena de matices. Y no sólo las palabras, sino los gestos, las reacciones, la entona­ción... todo me daba una información fascinante e inédita sobre el neonazismo en el siglo xxi.

‑¿Y qué fue de AE?
‑En España siguen siendo lo mejor que hay. De hecho, AE ha aglutinado a todas las asociaciones NR que había, todos están en NR, todos. Igual que MSR. ¿No te recuerda a la República fascista de Mussolini?
‑Es que es eso, tío, es eso. Y trabajan ¿eh? Estaban en El Eji­do, en todos lados...
‑Allí hay moros, tío.
‑¿Y dónde no hay?, ¿aquí no hay moros?
‑joder, sí hay. Aún hoy, dos negros... Pasábamos nosotros y se para uno y dice «qué pasa». Era para ir allí y darles una paliza, hijos de puta. Se para así y dice «qué pasa». Casi me lo cargo, joder. Están fuera de su país, así que tenían que ir con la cabeza agachada, y que ni la levanten, joder.
‑Pero haces algo y te viene la poli encima.
‑Joder, tío, nos están colonizando, es que nos están colonizan­do...
En una ocasión, mientras nos encontrábamos reunidos con otros neonazis gallegos en una cafetería, alguno de los clientes del local tomó una fotografía a un compañero de su mesa. El resplandor lle­gó hasta nosotros y Jorge, el más violento del grupo, se levantó de un brinco.
‑¡Me cago en Dios! ¿Quién ha hecho una foto? ¿Quién ha hecho una foto?
Otro de los presentes intentó calmarlo, y le costó trabajo lograr­lo. Jorge, como todos los demás skinheads que conocí, sufre una cons­tante paranoia. Una obsesiva sensación de estar constantemente vigilado por la policía, el CESID o las hordas sionistas. Y tienen razón. Aunque en esta ocasión no era ninguno de esos tres elementos el que les estaba espiando, sino yo. Y esa misma tarde, como si su intui­ción hubiese sido tan menospreciada como su inteligencia, el obje­tivo de su paranoia fue el gorro de lana con el que ocultaba mis mele­nas en todos nuestros encuentros personales.
‑Pero quítate el gorro, joder, que siempre estás con el gorro. Quí­tate el gorro...
Estoy seguro de que me quedé pálido. Y aún no sé cómo conse­guí esquivar la mano que había dirigido hacia mi cabeza con la inten­ción de descubrirme. Intenté conservar la calma y, sin dejar de son­reír, le dije algo así como que primero se quitase él los pantalones o la bomber, y rápidamente cambié de terna, mientras estudiaba las posibilidades que tenía de enfrentarme a los skinheads que me rodea­ban en aquel momento, y salir airoso si Jorge insistía en quitarme el gorro y descubría que mi cabeza no tenía nada de rapada. Roga­ba a las Valkirias que no dejasen que el corazón me saliese por la boca, que mi respiración no se agitase tanto corno para delatar mi terror, y que mi voz no se quebrase y pudiese continuar hablando como si el nazi hubiese hecho un comentario estúpido e intrascen­dente sobre mi gorro. Visionar esa cinta todavía me hace revivir el brote de pánico que sentí en aquel momento. Pero esa tarde corn­prendí que infiltrarse a fondo entre los cabezas rapadas no iba a ser tan sencillo como yo suponía. A la mañana siguiente me afeité la cabeza al cero.

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